Los días después y el espejo de lata | Escribe Max Musimessi



 

 

 

Laura camina por la calle, se dirige a la universidad sin tener idea de los días siguientes y el espejo de lata. En realidad tiene una idea, pero errada. Piensa en el examen del martes, mas ignora el calvario.

Va distraída, escuchando lo último de Billie Eilish en su celular. Ni siquiera nota a Mariana cuando la saluda de lejos y queda pagando.

Todavía no siente el dolor en su cuerpo, no la asfixia la angustia y el miedo, no sufre el efecto adormecedor de las drogas, no tiene esa sensación de asco al verse receptáculo de la espesa frustración ajena.

Aún reflexiona sobre la discusión que tuvo con Rodrigo hace unas horas. No puede creer que él haya sido tan idiota de haberle dicho eso, por más de que ella ahora se dé cuenta que estuvo equivocada, no era para reaccionar así.

Desconoce ese cuarto pequeño que la albergará en los días siguientes. El ambiente húmedo, con aire viciado de humo de cigarrillo, la tierra de varios días en ese piso de parqué deshecho, las sábanas viejas, rotas y sucias, las paredes con el revoque caído, los gritos de las habitaciones contiguas.

Recién nota algo raro cuando cruza la plaza. Una camioneta la bordea lentamente, pero para cuando quiere reaccionar, ya la tiene enfrente, antes de que ella cruce la calle. Forcejeos, bolsa en la cabeza, aceleración. Desesperación. Llanto.

No servirá de consuelo que hoy sepa que dentro de unos días (dos, veinte, cien, da lo mismo, la noción se perderá) se guardará una de las latas de arvejas que le den para alimentarla, le sacará la tapa, la pulirá y la usará como espejo para ver por debajo de la puerta. Que aprovechará un descuido para intentar escapar. Que con ese material le cortará un ojo al hombre que intentará retenerla a mitad de camino. No sirve de consuelo hoy saber que va a liberarse, no servirá de consuelo el día después.



Max Musimessi

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