Una cosa espesa - Escribe Daniels Caballero


 

 Créditos de la imagen : Mila Kusmenco by Pixabay
 

Martín y Deborah biólogos amantes de la naturaleza, amigos desde el jardín de infantes, a veces no tan amigos, otras veces algo más que amigos, Formaban un combo perfecto a la hora de investigar temas concernientes a todo lo que contenga plantas y animales eran unos apasionados en su tema, trabajaban juntos en el mismo instituto, su primer punto de investigación fue en el Banco Burdwood o también conocido como Banco Namuncurá. Este lugar está ubicado cayéndose del mapa casi, entre la Isla De Los Estados y las Islas Malvinas. Pero estaban felices de ir a ese lugar tan lejano de la capital de Buenos Aires . Un lugar tan inhóspito como pocos y protegido también, sería una experiencia maravillosa, Estuvieron seis meses en dicho lugar y volvieron al instituto con la emoción de todo lo vivido y aprendido, no les alcanzaba la boca para contarles todo a sus compañeros de trabajo, familia y amigos: el frío es terrible, las olas son altísimas, enormes, sacuden el barco como si fuese de papel, el mar es de un azul deslumbrante; imponente, una masa de agua inconmensurable. Cuando está en calma es disfrutar de una belleza absoluta. “¡Haaa! pero cuando esta bravo, ¡ahí los quiero ver! Eso sí que es sacudirse”, comentaron los dos. A pesar de todos los embates climáticos y marinos volverían a repetir la experiencia ya que fue asombrosa y muy académica. Habían incorporado nuevos conocimientos. Siempre les gustaba aprender más y más.

La próxima misión sería a un lugar todo lo contrario encuanto al clima: ¡El Amazonas! También un lugar de cuidado, otros seis meses fuera de casa. Pero no les importaba, les gustaba viajar e incorporar conocimientos. Allí partieron con lo justo y necesario y unas cuantas dosis de Decadron, por las dudas .Si alguna alergia brusca aparecía ya sea por plantas o por picaduras de algún insecto.

Por fin llegaron a la selva. Se instalaron en su carpa, acomodaron las bolsas para dormir sus marmitas y otros efectos personales para su vida en los próximos meses: cámara de fotos en mano salieron a recorrer un poco el lugar para familiarizarse con la zona, todo lo contrario a la primer misión laboral. Allí el calor era abrumador pero obviamente y como era de esperar, ellos jamás desistieron de su labor, todo lo contrario. Lo hacían con mucho entusiasmo, miraban todo a su alrededor: “el verde de la vegetación es mágico” decían. Los aullidos y griteríos de los monos se escuchaban por doquier, como así también el canto de las aves. Volvieron a su refugio para esperar la noche y salir a divisar la fauna nocturna, tomar muestras del agua de los ríos y prepararse para el encuentro quizá con algún puma lugareño o alguna serpiente con ganas de poner nerviosos a los humanos invasores de su hogar. Allí el peligro no era el clima o las olas, allí era casi toda la fauna.

Por fin llego su primer noche en el lugar. Se aprestaron a salir en busca de muestras del suelo, del agua y estudiar a sus habitantes. El amazonas estuvo amable, les dio una tregua a los recién llegados y pudieron recorrer el lugar en calma, así una semana sin sobresaltos, comenzando la segunda semana de investigación. Ya los habitantes del lugar no estaban tan contentos con los extraños que estaban acampando en su tierra. La noche se empezaba a poner densa: un puma los vigilaba entre la maleza, a unos metros de la carpa una boa constrictor hacía de campana también, sin embargo esto no los amilanó y así siguieron su tarea por unos meses, hasta que una noche que salieron a investigar el río esperando toparse con algún que otro cocodrilo o caimán - a lo cual ya estaban habituados - los sorprendió una densa bruma que no permitía ni siquiera ver la propia mano delante de sus ojos “¿Qué es esto?” -se preguntaron algo nerviosos- “esto no es común” comentaron. y así esa noche dejaron el río para volver a su campamento.

A la noche siguiente volvieron a salir con los animales lugareños vigilándolos de cerca, se adentraron con la pequeña canoa en el río donde se podían ver los ojos brillantes y atentos de cocodrilos y caimanes haciéndoles marca personal, la noche estaba clara. Una luna esplendorosa alumbraba su embarcación como guiándoles el camino. Se relajaron pero esto no les duro mucho tiempo, otra vez esa bruma espesa los invadió a ellos y al río, no se sabía de donde salía. Volvieron presurosos a la costa, pero esta vez la bruma no quedo en el río, también se extendió sobre la tierra invadiendo su campamento. Era una cosa muy espesa cubriendo absolutamente todo el lugar, se miraron sin entender nada, un signo de interrogación los cubría. No podían dar explicación científica a lo que sucedía. ¿Quizá la naturaleza se complotó para sacarlos del lugar y así poder cuidar la intimidad y el misterio que es esa selva? ¿Animales y plantas se confabularon para correr a Martín y a Deborah? ¿La boa que los vigilaba de cerca o el puma que les marcaba territorio serian hechiceros y habrían practicado un conjuro para echarlos? Preguntas que quedaran sin respuestas.

Cumplieron así su tarea y volvieron a Buenos Aires sin comentar absolutamente nada de lo sucedido, se guardaron su experiencia como un tesoro escondido, no vaya a ser que alguien por investigar más de lo necesario invada más aun aquella zona hermosa llena de vida, que es el Amazonas. Así siguieron sus vidas con su secreto bien oculto y una experiencia maravillosa vivida un poco más que amigos, un poco amantes; un poco de todo. Ambos complementándose como pocos, guardando en sus recuerdos esa cosas espesa que los inquietó por varias noches y los corrió del Amazonas; un lugar hechizado por sus habitantes.

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