La puerta pintada de Azul. - Escribe Max Mussimesi

 

                                                                 Créditos de la imagen : Gerard Altmann by Pixabay

Andrea se muere en la sala de un hospital. De repente despierta sentada en un sillón que se encuentra en un salón blanco, completamente vacío. Frente a ella, dos puertas, una roja y una azul. Por detrás de ella aparece un hombre vestido enteramente de negro, quien se para delante suyo.

-¡Morfeo! – Exclama Andrea.

-¿Qué? No, yo soy…

-¡Yo lo sabía! Estaba en la Matrix y me rescataste, ¿no? Pero, ¿las puertas? ¿Reversionaste las pastillas?

-¡Pará! Tenés demasiadas películas encima. No hay ninguna Matrix y vos te moriste. Corta. Mi nombre es Hermes y…

-Ah, bueno. Qué poca originalidad. – lo interrumpe – Morfeo, Hermes, ¿otro nombre griego no había?

-A pesar de tu incredulidad, te moriste y acá estás. Paso a explicarte cómo son las cosas…

Hermes le cuenta a la flamante finada de qué consta el más allá. Basándose en la mayoría de las creencias populares se han dispuesto estas dos puertas, la azul más comúnmente asociada al color del cielo y la roja al infierno, pero que no necesariamente tienen las características atribuidas por los mortales, aunque sí difieren entre ellas, o más bien, lo que hay detrás. Cruzando la puerta pintada de azul podrá reencontrarse con sus seres queridos (vivos o muertos), sus placeres, sus lugares predilectos, para disfrutarlos eternamente. Si se atreve a pasar la roja, lo incierto, lo desconocido, la soledad, el olvido. Acá no hay juicio más que el propio, la decisión corre exclusivamente por su cuenta.

-¿Qué es lo que hay que pensar? – dice Andrea y sin dudar se manda por la azul.

Al atravesar la puerta una luz brillante la enceguece y aparece llorando en brazos de la partera. Andrea vive exactamente la misma vida que tuvo anteriormente y, por ende, la misma muerte, por lo que vuelve a aparecer en el salón blanco.

-¡Morfeo! No, pará. Esto ya pasó… ¡Hermes! Pero, ¿qué…?

-Volviste a “tu vida”. Si lo pensás es lógico que termines en el mismo lugar. Pero…

-¡Pero recordé todo esto! Ahora que lo pienso, en varios momentos me parecía estar reviviendo algo. No eran déjà vu, puedo recordar toda mi experiencia anterior. ¡Eso quiere decir que puedo corregir ciertas cosas para modificar lo que quiera! Solo tengo que prestar atención, estar más concentrada.

En realidad…

Hermes trata de explicarle mejor, pero Andrea se levanta del sillón y cruza corriendo nuevamente la puerta azul. Treinta y ocho años después, ella vuelve a aparecer en el mismo lugar.

Acá me están cagando. – Dice Andrea – Miré veinte veces antes de cruzar una calle, llevé una vida saludable… ¡¿Sabés lo que me costó no fumarme un solo pucho?! Y sin embargo acá estoy, ni un segundo más duré.

Si me escucharas alguna vez. Vos podés volver las veces que quieras, pero tu fecha de expiración, por decirlo de una forma elegante, y las causas, no se modifican. Acá hay varias reglas, esa es una. Tampoco podés relacionarte de manera directa con personas que no conociste en tu vida, por ejemplo. A ver, es como una segunda oportunidad, pero tampoco tanto. No estás volviendo a vivir de veras, lo estás recreando.

-¿O sea que me la puedo dar con cuanta sustancia se me ocurra, arriesgarme con lo que sea y no me muero antes?

-¿Eso es lo que te quedó?

Hermes no termina de hablar que Andrea ya estaba cruzando la puerta nuevamente.

-Bienvenida. – Dice Hermes cuando vuelve a verla en el sillón - ¿Y? ¿Fue divertida tu vida de excesos?

Sí, pero no sé si me la banco otra vez. No sé qué más hacer ahora. ¿Puedo hacer cosas nuevas? Viajar, tener otra profesión…

A ver, si por viajar te referís a conocer nuevos lugares, más o menos. Si viajaste alguna vez en avión vas a recrear esa misma experiencia, más allá del destino elegido. Si querés ir a, no sé, Nueva York, y nunca fuiste pero viste postales, videos o algo así, vas a ver la ciudad como eso que viste ahí, pero no vas a tener la experiencia real. Respecto a los oficios, si nunca aprendiste a tocar el trombón, no lo vas a poder hacer ahora, pero si por ahí dejaste pendiente algo que sí sabías hacer, podrías realizarlo.

-Con eso me basta.

Andrea va y viene varias veces. Utilizó once vidas para viajar, en una de ellas se quedó a vivir en una pequeña isla que conoció de adolescente. En otras fue cantante, escritora, carpintera (oficio que le encantaba realizar como hobby pero nunca se atrevió a llevar adelante como carrera). En total, entre todas las cosas que había querido hacer y les quedaron pendientes, se pasó veinticuatro vidas realizándolas.

Listo, ya no sé qué cosa nueva hacer. – Dice Andrea nuevamente en el salón - Quiero frenar un toque. ¿Salen unos verdes?

Unos diez minutos nada más, acaba de hundirse un crucero y tengo que recibir a una bocha de gente.

Hermes saca del interior de su chaqueta un termo y un mate y empieza a cebar.

-¿Puedo tener hijes? – pregunta ella.

-No. Así como no vas a conocer gente que no frecuentaste en vida, tampoco podés generar nuevas.

-Claro. ¿Y qué me decís de mis relaciones amorosas? ¿Puedo cambiarlas?

-Podés modificar tu actitud, pero las relaciones, al igual que la vida, tienen su vencimiento. Sí, seguro podrás mantener una relación más sana con las personas, pero lo que muere, muere.

-Ok. Entonces voy a vivir de nuevo lo mismo, pero intentando disfrutar más de mis afectos.

-Ya vas entendiendo.

Andrea se levanta del sillón más lenta pero decididamente y encara la puerta azul. Revivió cientos de veces su vida, tuvo mejores relaciones con sus seres queridos. Una vez “perfeccionada” su forma de vincularse, comenzó a pasarse vidas enteras casi completamente con una persona en especial, a su abuelo (que falleció dos años antes que ella) le dedicó cuarenta y siete de ellas, no aprendió de él más de lo que ya sabía, pero exprimió hasta la última gota del amor que había entre les dos. Luego empezó a combinar de todas maneras posibles lo hecho en las variadas experiencias anteriores, tuvo una banda con su pareja más entrañable, una carpintería con su tío preferido.

Varios siglos después, Andrea está nuevamente en el salón con Hermes.

-Siento que agoté todas las instancias, Hermes. No era joda esto de la eternidad, eh. – Dice riendo.

-¿Y aprendiste algo?

-¡Un montón! Pero ya no se me ocurre nada por hacer.

-Siempre está la otra opción. – Dice el hombre señalando la puerta roja con la cabeza.

-¿El infierno? Ni en pedo.

-Lo de infierno es sólo una asociación de ustedes. Premios, castigos… ¿Quiénes determinan eso? La puerta azul te ofrece una eternidad de tu vida, pero ¿hasta qué punto te satisface? ¿En qué momento deja de ser un beneficio?

-Cuando ya no tenés nada que sacarle.

-Exacto. Como te dije, la roja es lo deconocido, a esta altura, a tu vida ya te la sabés de memoria.

-Sí, pero también el olvido. – le retruca Andrea – Yo no quiero eso.

-¿El olvido de quién? Nadie puede quitarte lo que viviste, y las personas que podían recordarte ya están muertas también. Si están pasando por lo mismo que vos, te encuentran cada vez que cruzan este marco azul. Bueno, si es que utilizan esta puerta.

Andrea se queda pensativa. Luego de unos segundos, una lágrima recorre su rostro y choca con su sonrisa.

-Creo que estoy lista.

Se acerca a Hermes y le da un fuerte abrazo. Él la guía con uno de sus brazos, mientras con la otra mano abre la puerta roja. No se puede ver nada del otro lado, es todo un gran vacío negro. Andrea empieza a cruzar el umbral y antes de perderse en la oscuridad gira la cabeza para un último vistazo.

-Descansá. – Le dice Hermes con una sonrisa, antes cerrar la puerta.



Max Musimessi

Comentarios

  1. Es demasiado espectacular maxe!! Da cuiqui de sólo pensar que en algun punto pueda ser cierto!

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    1. Yo ya pasé 56 veces por la azul. Me sigo mandando las mismas cagadas...

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  2. Me hacen flashar mal tus letras. Es otro level lo que haces!

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  3. Respuestas
    1. Si ud es el Presidente Lamas, hasta me da un poco de vergüenza que lo lea, me siento un impostor jajajaja. De todos modos, gracias.

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